La historia del abanico tiene un origen muy remoto, aunque no
es hasta la Baja Edad Media cuando se convierte en un accesorio típicamente
femenino.
En Europa, a partir del siglo XVI, gracias a la
intensificación del comercio con Oriente, se extendió el modelo plegable
realizado juntado las varillas con una cinta (abanico brisé) o manteniéndolas
unidas según el modelo denominado “de varillas superpuestas”; este tipo de
abanico estaba constituido por una superficie (llamada país o paisaje) de
papel, tela o piel adornada con las más diversas decoraciones, y se sostenía
mediante varillas de diversos materiales.
Su decoración se inspiró en un primer momento en los modelos
orientales y, por tanto, para hacer frente al entusiasmo con el que se acogió
este accesorio, ya convertido en indispensable, se usaron dibujos y
composiciones de los grandes maestros de la época.
En el siglo XVIII, en Francia, se realización ejemplares
extremadamente refinados y lujosos, al igual que en Venecia: los países de
estos abanicos estaban constituidos por delicadísimas plumas de ave o de piel
de cabritilla, mientras las varillas eran de materiales raros como el hueso de
ballena, el marfil, el nácar, la concha de tortuga carey o las maderas
perfumadas. La decoración pictórica era confiada a auténticos artistas que
utilizaban dibujos de los más célebres maestros. Con la Revolución Francesa se
inició el declive de los ejemplares más refinados, que dejaron sitio a los más
sencillos pero más ilustrados.
Los países de los abanicos del siglo XIX de papel o de tela,
llevaban mensajes políticos, de actualidad, panoramas y monumentos. En el mismo
período se afirmaron los modelos de encaje recamados o de tul, mientras que a
finales del siglo se volvieron a poner de moda los de pluma de avestruz.
Los abanicos de país
Los abanicos así denominados están compuesto por una pantalla
plegable (país o paisaje) montada sobre varillas superpuestas, retenidas por
una cinta o una clavija. La principal cualidad del país del abanico consiste en
que sea fácilmente replegable y sobre todo lo más ligero posible, por lo cual
los materiales más adecuados son precisamente los más delicados.
Los franceses
produjeron abanicos de piel de cabritilla, de cisne, de gallina, y de pato. En
el siglo XVII tuvieron éxito en toda Europa unos singulares abanicos con países
perfumados producidos en Venecia y en
España.
El aspecto más interesante de los países de los abanicos es
su extrema versatilidad en la decoración. En efecto, en el siglo XVIII toda
dama noble poseía diferentes abanicos par cada ocasión: los de tema bíblico
para las funciones religiosas, los elegantes para las citas mundanas, los
remilgados para los encuentros galanes, los sencillos y bucólicos para las
excursiones al campo, etc. En este período el país del abanico se encerraba en
un marco dorado, normalmente muy rico, pintado con purpurina o de pan de oro.
Los abanicos más apreciados estaban ilustrados por ambas caras.
Desde finales del siglo XVIII el país del abanico se utilizó
para ilustrar mensajes sociales, episodios conmemorativos y de actualidad.
Hacia finales de siglo los paisajes, cada vez más realizados en seda,
alcanzaron dimensiones considerables.
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| Abanico de País |
Los abanicos Brisés
Los abanicos brisés son modelos plegables formados sólo por
varillas, sin distinción entre armazón y país. Por lo que su valor, está en la
variedad de elaboración de los materiales utilizados para las varillas.
Los modelos más antiguos provienen de Japón y China, y se
diferencian por el número de varillas. Los Chinos pueden llegar a tener entre
dieciséis y treinta y seis varillas, pero siempre con un número par, mientras
que los japoneses las tienen siempre en un número impar.
Hasta el siglo pasado los abanicos brisés se sujetaban
mediante una cinta de seda que los unía en la parte superior, mientras que a la
altura del mango las varillas estaban superpuestas y unidas con un clavillo de
hueso o de metal.
Durante los siglos XVII y XVIII las varillas eran
generalmente de marfil tallado, aunque a menudo se utilizaban materiales más
apreciados. En Francia, se utilizaban el carey, los huesos de ballena, las
plumas de pájaro, el nácar o las maderas más apreciadas y perfumadas de
Oriente. Las varillas, si no estaban talladas, se pintaban con colores al
temple, y se les añadían aplicaciones de pan de oro o plata.
En Europa se intentó durante siglos obtener la mítica belleza
del lacado chino, pero no fue hasta el XVIII que los franceses Guillaume y
Robert Martin desarrollaron un sistema de lacado muy parecido al oriental.
Algunos de los abanicos más buscados hoy en día por los coleccionistas han sido
acabados justamente con su inconfundible barniz (vernis Martin).
Los abanicos brisés realizados durante el siglo pasado reúnen
a veces distintas técnicas de decoración, y presenta formas ricas y fantasiosas
a pesar de no tener país; estaban de moda tanto las varillas talladas y luego
pintadas, como las de diferentes aplicaciones de papel, tejido, abalorios,
perlas o plumas.
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| Abanico de Brisés |


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